PISCO, Perú (Reuters) - Hellen Ñañez ha sufrido ya bastantes tragedias para una sola vida. Esta madre peruana de 28 años ha llorado la muerte de 13 familiares cercanos desde que la pandemia empezó a golpear el año pasado: tíos, primos y un abuelo.
Ahora es su padre el que lucha por su vida.
Hace pocos días, en un polvoriento cementerio en la ciudad portuaria de Pisco, en el Pacífico, Ñañez visitó las tumbas de los familiares que ha perdido por el COVID-19, que está devastando a la nación andina y a toda América Latina, donde el número de muertos se acerca al millón.
“Ya no tengo más lágrimas, la verdad”, dijo Ñañez, que abandonó sus estudios de psicología para poder trabajar y ayudar a pagar las facturas médicas de su padre. “Nos está arrebatando la familia, nos está arrebatando los sueños, nos está arrebatando la tranquilidad, la estabilidad”.
La historia de Ñañez es un sombrío reflejo de la tragedia que vive América Latina, hogar de unos 650 millones de personas.
La región ha registrado 955.571 muertes relacionadas con el coronavirus, según un recuento de Reuters, cerca del 28% de la cifra mundial de fallecimientos. Está previsto que alcance la marca del millón este mes, lo que la convertirá en la segunda región en hacerlo después de Europa.
No obstante, a diferencia de las más ricas Europa y América del Norte, las naciones latinoamericanas han carecido del poder financiero para evitar que la gente caiga en una profunda pobreza. Asimismo, los sistemas de atención de salud, que cuentan con una financiación insuficiente, se han tensionado y los programas de vacunación se han estancado.