Colombia no aprende.  La costra que envuelve a la política, la tiene capturada. Hecha rehén. Es difícil que mientras existe lo que hay con tantos intereses juntos en juego – peor que el poder gremial en Risaralda – es difícil construir.

Mientras los votos se sigan comprando por kilos. Con plata y prebendas. No hay política, sencillamente.

La política no tiene cómo reformarse mientras quienes estén adentro, sigan pensando en ellos. Legislando en cuerpo propio sin pensar en el elector. En la sociedad, el ciudadano ¿En quién es el líder? ¿Sus propuestas? ¿Qué piensa el elector hoy? ¿Qué lo mueve? ¿Cómo creerle sin apasionamientos bajos, fanatismo y cierta irracionalidad?

El tambor ya empezó a sonar: se van a robar a las elecciones y nos preparamos para un fraude electoral.

Veamos:

-El poder enfermo y arrogante.

-Un sistema electoral llamado a reformarse.

-Partidos permeados por la polarización entre populismos de todos. Incluido el centro que busca votos  con un discurso: de no diga nada, no genere polémica, no opine y no pelee. Camuflados en política plastilina.  Política anestesia. Lo digo duro: el centro no siempre es moderado. Acomodado y da bandazos. No toma decisiones como estrategia.

-Intervencionismo: De afuera.  Anzuelos como carbón atizando la hoguera del odio.

-Política del miedo: Deja dividendos. Va con insultos,  descalificaciones,  sed de venganza y adobado con mano fuerte. Detesto un gobernante pusilánime  que crea que la Ley es para roncar con ella. Nacionalismos chiflados.

-Vuelve el tema de la Paz. Ambiente, grupos focales diversos alentados por lo mundial.

-Las elecciones pasan por la guerra digital. Aquí como allá la video democracia tiene un apostador duro que es la tecnología.  Comunidades zarandeadas con mentiras –verdad –mentiras para crear cosmética política. Luces de bengala.

-Aquí como allá el dolor de las encuestas alquiladas, compradas. Que se venden y que merecen regulación fuerte.